sábado, 10 de octubre de 2009

Wall (El 30 de septiembre a las 23:42)

A. Hasta yo me la creo: Viernes de sol perfecto, Sábado a Domingo con cielo infinito y despejado (linda noche y espalda al pavimento), y Domingo Hibrido de Siempre.


B. El lunes, la noche era inmensa e incontenible en mi cabeza, cuando vi una nube de espuma que se reposaba en Enfermería y Grafico: era tan lenta, tan sublime de ocupar su espacio que no tarde en sentir la gana de moverla. Inútil, camine buscando la eternidad de esa noche que consumió mi sueño después de la inyección a mi cabeza de pensamientos y bebidas energizantes.



C. Morí, frente a los números y las palabras se desvanecieron como el desmayo en medio del torrente sanguíneo y el respiro del mar en la cara. Ya era día, ya era hoy, y el cielo se lleno de bengalas blancas y las palabras aparecieron como algo que no conocía, y como la sombra deseada que no veía.


D. La noche del viernes, escondía a la Luna. Oh! Luna, que escondías tu velo fantasmal y blanco el cráter de tus ojos, pues cuando te miraba, árbol, nube, rama, rostro y mis óculos eran quienes impedían que te mirara.
Esa noche caminamos por la penumbra de las calles llenas de luces amarillas, pero la cabeza es tacto de palabras y ellas retumbaban
 tanto que yo buscaba tu inspiración, para ajustar las cuentas al cielo, para romper el desgajo en la bóveda celeste tantas veces que las manos pidieran detener el sudor contundente en mis dedos. 
La maquina objetual madre de un cinema mudo, los lápices o esferos de colectivo o de bus y las líneas lanzadas al cielo en una canción llena de Magia son el artificio para justificar lo que corre sangre en idiota cada mañana cuando el pensamiento es bagaje de sueño. Cuando el Pensamiento es Domingo, y el Sueño Lunes. 

Nota Compulsiva: Miércoles, 24 de junio de 2009 15:57:50

Ella acomodaba sus joyas mientras yo miraba mis manos en el teclado y me daba cuenta de que estaban rojas, por el frio que acaparaba el aire.
Ella miraba su celular, miraba supongo sus mensajes, ordenaba sus joyas, sus joyas de plástico, de colores femeninos, pulseras negras, rosadas, y blancas que yo suponía, ella había hecho, para si o para algunas de sus amigas. O para nadie.
Levantaba mi mirada, para ver que hacia mientras sus manos rozaban su pelo. Era curioso pero ella escogía, al azar sus pulseras, jugaba con ellas.
El celular permanecía encendido, pero ella “ni bola le daba”.
Levanto sus manos, levanto su cara, miro al pasillo, Tomó su  pelo. Y me ruboricé en el momento en el que se quedo mirándome. La mire, tres segundos después.
Ella empezó a levantar sus pulseras, sus joyas de plástico; hablo en argentino con una chica que supongo era su amiga; después supe, algo de un lienzo. Se levantó.

Mire sus curvas descaradamente.

Se sentó de nuevo frente a su amiga y la taxonomía de sus pulseras fue destruida momentáneamente, puesto que en el momento de haber estacionado allí, comenzó de nuevo a hilarlas en su orden. Su amigo, no se sentó, luego llegó otra que tampoco se sentó, y comenzaron a discutir como buenas amigas, sobre las pulseras.
De hecho, creo, que sus joyas de plástico, de telas, sus pulseras, eran nada más que una entrega.
Hubo cinta, diagramación de espacios, discusión de dóndes, de cómos, de porqués, y poco a poco la entrega fue tomando forma.

Ella, la de las curvas, seguía sentada; sus amigas de pie a falta de dos sillas, todas en un afán tácito, pero delicado anterior a una entrega.

Cuando estuvo cerca me quite las gafas, para que me “apreciara mejor” pero ahora que esta lejos, las llamo, para que me permitan verlas nítidamente, ya que a unos metros es obvio que ya no la veo como la veía hace minutos, cuando estaba a mi lado.

Las tomé, seguí escribiendo cosas sin sentido, la miré; ella miraba un libro.
Leyó un apunte en su libro, en su cuaderno, y de nuevo en argentino imperceptible comenzó a leer, puntos de lo que yo supongo, debería llevar su entrega.
Se vestía azul, y con apliques rojos.
Pero en el momento, una chica se aproximo a mí. No a mi directamente, sino a mi posición, para arreglar una de sus entregas.
Esta vez no había pulseras, sino papeles con anteojos, con fotografías, y con una amiga de nuevo que empieza a hablar desconocidamente rápido.

Corrección, era un Trabajo Practico. Uno no, varios.

Mientras de un solo tajo, se levantaron las pulseras y se fueron en dirección que no conozco, al algún rincón de este edificio inmenso, y con frio.

La chica próxima, tenía problemas con el corte. Con la cuchilla y con la escuadra. Y yo me preguntaba qué hacer. Seguir en esta charla absurda y personal o simplemente ayudarle con sus “trabajos prácticos”. Era bonita, pero pequeña. (No se por que escribo en pasado si esto es en vivo y en directo).

La chica hace pausas para comer galletas. Alinea la escuadra, corta.
Pero una persona cercana al lugar, en una prodigiosa mesa, le cede el lugar a la chica que estaba frente mío y que ahora está en la mesa.

Sola. Corta su entrega.